lunes, 17 de diciembre de 2012

QUÉ SIGNIFICA, PARA EL ESTRATEGA, UN ENTORNO COMPLEJO

QUÉ SIGNIFICA, PARA EL ESTRATEGA, UN ENTORNO COMPLEJO


Dr. Enrique G. Herrscher

El estratega es como el ajedrecista: diseña su propia estrategia, así como trata de prever y reaccionar frente a la estrategia del contrario. La cuestión está complicada cuando el oponente prevé más jugadas posibles futuras que nosotros. En cambio, la cuestión es compleja si en medio del juego se modifican las reglas.

Obsérvese que hemos cambiado de verbo: la complicación “está”, es una situación; la complicación “es”, es un estado: en este caso, la indefinición de las reglas que rigen el juego .

El cambio de las reglas no es la única característica de la complejidad. Hay una mucho más central todavía: la interrelación. Se parece a ese juego de niños en el que, cuando se mueve una ficha, se mueven todas las demás. El incauto toma una decisión y ve el efecto que tiene sobre el área o el asunto en cuestión. El estratega conciente de la complejidad mira también las otras áreas o asuntos que pueden estar afectadas. Esas otras áreas pueden estar muy “lejos” del área en cuestión: por eso es tan importante la pregunta: ¿Qué otra ficha se mueve? ¿Qué otro asunto, por distante que esté, se verá afectado?

Donde claramente aparece la complejidad es en la relación entre “el todo y las partes”, tema crucial tanto en la política de las naciones como en la administración de las organizaciones. Se trata del difícil equilibrio entre el “desorden” de cada parte haciendo “lo suyo” y el excesivo “orden” del todo imponiendo su voluntad sin respetar la identidad de cada parte.

Como último ejemplo de complejidad, señalemos las infinitas contradicciones con que se encuentra el estratega: ¿precio o volumen?; ¿foco o gran angular?; ¿ahora o después?, etc., donde cada uno de los extremos tiene sus méritos, y donde la primera decisión a tomar será si hay que optar por uno u otro o si cabe combinar ambos, entre el “y” y el “o”.

¿Qué implican todas estas “complejidades”? Requieren, a nuestro entender, un nuevo modo de pensar. Pasar de un pensamiento lineal, enfocado en “la cosa” (la cuestión, el problema) a un pensamiento relacional, basado en “la cosa y alrededores”: cada cuestión o problema y sus implicancias directas, indirectas y remotas.

Una consecuencia es que perdemos la relación causal “simple”: “A causa B; la causa de B es A”. En este mundo complejo – o sea para el pensamiento relacional – A tiene múltiples efectos; B tiene múltiples causas. Por eso, hoy ya no hablamos de causalidad sino de co-producción, que comprende no solamente múltiples causas interactuando entre ellas sino también actuando en distintos tiempos, con demoras en unos casos o simultaneidad en otros, así como múltiples efectos en interacción.

¿Cuál es entonces nuestro mensaje? Que si bien no tenemos problemas en materia de conocimiento – comprendemos perfectamente la complejidad que nos espera cuando debemos tomar decisiones – en cambio tenemos problemas con nuestros impulsos: nuestras reacciones siguen regidas en gran medida por el “A causa B”.

Son muchos años de pensamiento lineal, de resolver “una cosa por vez”, de suponer que las reglas no cambiarán, de añorar un mundo sin contradicciones.

Así que ¡tengamos cuidado! No creamos que, por saber todas las novedades en materia de complejidad estaremos a salvo de la sobresimplificación. Sobre todo porque lo simple sigue teniendo su gran atractivo. ¡Y no dejemos de aprovecharlo cada vez que la complejidad nos lo permite!











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